jueves, 10 de septiembre de 2015

Tragicomedia

Defectos que salen a flote en vasos con olor a ginebra, una cruz que carga el diablo en mi hombro izquierdo. Rayos que se funden con la nostalgia del pasado, tan solo eramos críos pegándonos para mantener intacto nuestro respeto. No luche por damas, si lo hice por hermanos, y en tantas ocasiones me arrepiento de casos. 

Olvidar para volver a confiar, confiar para poder creer, creer por miedo a caer, caer y lograr olvidar. Bucle diario en la ciudad de las siete estrellas sobre la lona roja. Donde el oro se tiñe ocre, porque no vale el sudor de tantos años a la espalda. El sufrimiento de las familias se camufla, ocultados bajo la mentira de ser felices salen con sonrisas vacías al portal de sus bloques. Los niños crecen entre la constante de la droga y del juego sucio, no juegan, no crecen, no tienen infancias fáciles. Se rompen las barreras de la lógica al ver que jóvenes honrados venden su ética por un contrato que les pague los vicios, que les haga ser parte de una sociedad infectada ¿Quién es más ruin? No es una queja, no es una protesta, es la visión sin maquillaje y la realidad que existe tras la venda. Es complicado alegrarse si no es con dos tragos encima, pero no es difícil echar dos tragos para alegrarse. Aprendimos a cambiar pero nunca nos mereció la pena, preferimos huir y pensar en lo que a nadie hemos contado. Nuestros miedos, esos que se olvidan en aquellos dos tragos. Roto.

No ofende quien puede, ni quien quiero que lo haga, ofende el que no sufre ni conoce lo que es el sufrimiento. Poetas del siglo XXI buscando musas en damas de porcelana, buscando la belleza antes que las ruinas. Escritos que quedarán en el olvido de las modas pasajeras para aquellos que ven alegría sin echar antes dos tragos. 

Un trago, por dejar de ser su favorito

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