miércoles, 16 de julio de 2014

Relatos (3)

Pidió su tercer whisky con hielo, ritual que le perseguía desde hace varios años atrás, se apoyó en la barra y echó un trago. Divisó el local por encima del vaso y sus ojos se clavaron en la sombra de una figura que bailaba en el centro de la pista. Más de un hombre se había perdido en aquellas curvas, y más de dos volvería a perderse para no encontrarse jamás. Levantó la mirada y se fijo en su rostro, parecía pálida, pero le devolvió la mirada con una sonrisa. Postrado en aquella barra de antro, donde algún viejo loco había escrito algunas de sus mejores obras, contemplaba a la hermosa muchacha y su sutil contorno. La chica se acercó.

Por un momento olvidaron el mundo de odio que les rodeaba y marcaron el rumbo contra el sexto mandamiento. Sus caderas no daban respiro alguno y el alcohol tocaba a su fin. Pidió dos copas más, después la botella. Lejos del Edén inventaron un paraíso mudo, la manzana del pecado parecía ridícula ante aquellas caras de lujuria y pasión contenida. Ella hipnotizaba al insensible con su suave contoneo. Él bebía para que su palabra fuera sincera. Pasaban las horas y ninguno se cansaba, el tiempo parecía inmune ante la atracción de aquellos cuerpos.

El amanecer entraba en escena, aunque a ellos no parecía importarles. El drama quedaba lejos y un breve susurro acabó con cualquier acometida. Fuera había ruido, pero ellos solo sentían el silencio. Eran ellos, no había nada ni nadie más. Ellos.

Rabia acumulada en mi almohada y pasión bajo mis sábanas.


Delicadeza

No dejes que la presión te impida seguir.
En las buenas cientos, en las malas pocos de ellos vi.
Se lo caro que puede salir un fallo,
con el culo pegado a los bancos aprendimos latín.

Tras la fatiga un merecido descanso,
saboreo mis victorias porque conozco el fracaso.
Tengo malos humos como Vince frente al espejo
y manejo con el boli como Coltrane con el saxo.

Respeto y comparto, me estremezco al recordarte ¿sabes?
Los contratiempos me han jodido ya unos cuantos planes.
Escribo letras en honor a la verdad,
gasto mis días echándole un par en la ciudad del Manzanares.

Mantén despiertos los sentidos, confía si te dan motivos,
corre si tienes que hacerlo amigo el tiempo es oro.
Escarmentados y curtidos ya aprendimos lo jodido que seguir en pie y seguimos a pesar de todo.

lunes, 7 de julio de 2014

Relatos (2)

Entonces volvió a su cuarto, necesitaba retocarse. Se sentó en el tocador y abrió una botella de whisky, cogió algunas pinturas para las mejillas y rellenó su vaso. Sus ojos delataban lo acontecido, lágrimas negras y gotas de rímel que marcaban el camino hasta el salón. Se sentía feliz a pesar de todo, había hecho lo correcto. 

Encendió la radio para despejarse mientras se quitaba aquel estrepitoso maquillaje, bebió un trago y prosiguió. Ya casi había acabado cuando escucho al pequeño llorar. Fue a su habitación y le cogió en brazos, lo llevó hasta su cuarto y le encendió la tele. El pequeño se tranquilizó. Rellenó el vaso con los mismos hielos y se pinto los labios. Estaba estupenda. Se puso de pie para colocarse el vestido y se amoldó el pelo. Terminó el whisky y se sirvió el tercero. Llegó el momento. 

Con la botella en la mano ando hasta el salón y tiró el vaso. Allí estaba él. Seguía arrojado en el suelo con el pelo empapado en sangre y el pecho desnudo. El orgullo le costó caro. Se tumbó junto a él y le dio un beso, la química que desprendían aquellos labios sin vida le hizo escupir una lágrima. Por un momento pensó en quedarse allí tumbada junto a él, cómo si no hubiera pasado nada, cómo si fuese una noche más, pero tenía que hacerlo. Se puso de pie y se colocó los tacones, el último regalo que le había hecho. Abrió la ventana y echó un vistazo, nadie parecía enterarse de lo que pasaba. Cogió el teléfono y marcó el 112, lo dejó descolgado y volvió a la ventana. Era el momento. Se agarró la falda para ponerse de pie, dio un último trago y tiró la botella. Saltó. 

Volvía a tener la conciencia tranquila, volvía a sonreír aunque fuesen unos breves segundos. El cielo de Manhattan se quedó de luto ante la caída de aquella mujer. El suplicio había llegado a su fin. 

"Mezclando génesis con lágrimas negras".

domingo, 6 de julio de 2014

Relatos (1)

Se levantó aturdido, con la vista nublada y aún con síntomas de embriaguez. Fijó la mirada en la ventana y contempló el horizonte: bloques de piso y luces difuminadas en aquella medianoche oscura. Junto a la mesita de noche encontró su ropa al lado de algunas botellas de licor vacías, había tocado fondo. A duras penas logró sacar una pierna de la cama, el sol se reía de él desde la lejanía y las sábanas le suplicaban que volviese. Se sentó en el borde y sacó un cigarrillo, lo encendió y dio un par de caladas, fuerza suficiente para levantarse completamente. 

Allí estaba ella, su pelo desprendía olor a pecado y sus curvas se prolongaban a lo largo de la cama. Sus piernas llegaban hasta el infinito mientras que sus brazos mostraban una piel suave, era una diosa. Aquella respiración lograba una relajación mayor que las olas del mar o el silencio, sus ojos en entredicho, pestañas perfectas y labios sin filtros. Nunca fue un entendido de la literatura o la música, pero supo apreciar la lírica de aquellos labios y la poesía de esos ojos. Su ropa aún pendía del pomo de la puerta, la noche fue muy larga y aún dormiría un par de horas. 

De pie y sin prisa aquél muchacho volvió a darle una calada al cigarro, abrió la ventana y dejó que la brisa nocturna acariciase su barba. Miraba a las personas desde allí, todos tan tranquilos sin saber que en aquella habitación hubo una de las más sobresaltadas guerras. El mundo era suyo, se sentía el rey.

La chica abrió un ojo y sonrío: 

- Aún sigues aquí.

El chico respondió con una sonrisa.

- Pensé que no estarías, me dijiste que esto no sería amor. Dime, ¿Qué es?

Y le lanzó aquella mirada que le había encandilado horas antes, una mirada que derretía el hielo de las copas y atravesaba las retinas de cualquier hombre hetero.

- No es amor, esto es real.