lunes, 7 de julio de 2014

Relatos (2)

Entonces volvió a su cuarto, necesitaba retocarse. Se sentó en el tocador y abrió una botella de whisky, cogió algunas pinturas para las mejillas y rellenó su vaso. Sus ojos delataban lo acontecido, lágrimas negras y gotas de rímel que marcaban el camino hasta el salón. Se sentía feliz a pesar de todo, había hecho lo correcto. 

Encendió la radio para despejarse mientras se quitaba aquel estrepitoso maquillaje, bebió un trago y prosiguió. Ya casi había acabado cuando escucho al pequeño llorar. Fue a su habitación y le cogió en brazos, lo llevó hasta su cuarto y le encendió la tele. El pequeño se tranquilizó. Rellenó el vaso con los mismos hielos y se pinto los labios. Estaba estupenda. Se puso de pie para colocarse el vestido y se amoldó el pelo. Terminó el whisky y se sirvió el tercero. Llegó el momento. 

Con la botella en la mano ando hasta el salón y tiró el vaso. Allí estaba él. Seguía arrojado en el suelo con el pelo empapado en sangre y el pecho desnudo. El orgullo le costó caro. Se tumbó junto a él y le dio un beso, la química que desprendían aquellos labios sin vida le hizo escupir una lágrima. Por un momento pensó en quedarse allí tumbada junto a él, cómo si no hubiera pasado nada, cómo si fuese una noche más, pero tenía que hacerlo. Se puso de pie y se colocó los tacones, el último regalo que le había hecho. Abrió la ventana y echó un vistazo, nadie parecía enterarse de lo que pasaba. Cogió el teléfono y marcó el 112, lo dejó descolgado y volvió a la ventana. Era el momento. Se agarró la falda para ponerse de pie, dio un último trago y tiró la botella. Saltó. 

Volvía a tener la conciencia tranquila, volvía a sonreír aunque fuesen unos breves segundos. El cielo de Manhattan se quedó de luto ante la caída de aquella mujer. El suplicio había llegado a su fin. 

"Mezclando génesis con lágrimas negras".

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